Expresión Libre

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La mayor de tus mentiras / Luis Mario


Todo a lo que temen los hombres repta, por las paredes de su 
aislamiento, por las cortinas de su cuarto que se corren cada
día de sus vidas.
Enfilados, se quedan mirando, el túnel negro adornado con
colores festivos. Cuando abras tus ojos verás el miedo de color
carmesí del que te hablado, del que me he burlado.
Tú sabes ahora más que yo, tú has preñado de deseos febriles
sus corazones serviles. Les has domado como animales con
palabras dulces, amortiguados caen, pero no deja de doler el
golpe que reciben.
No hay alternativa ni culpa merecida, el mal ya existía no
había vuelta atrás, le decían ustedes “vida”.

El hombre no dibujó la silueta del deseo culposo, ni siquiera
pudo tocarla, le dedicó unas cuantas palabras y se marchó sin
decir nada. Fue rechazado, pero por muy seducido que se viera,
su morar había prometido no permitirse que nadie lo supiera.
El primer hombre le dedicó una estatua a su cara reflejada, le
dijo que era alegría y cayo a risotadas de la cama. Fantaseó con
el rencor que tenía, y sin una menor duda, de que le motivaba
la alevosía, se dijo atorrante que no permitiría que hubiera un
ápice de calma, para quién, a saber, ha dejado torturarse su alma.

Ni al rojo vivo quema tan rápido, el oído del perdido, quien
ha movido con engaños tantas montañas, no tendrá paz
ni aunque cierren sus pestañas. Donde la negrura de su
corazón pasivo se verá conmovido, no será con la sangre del
asesino derramándose en su cuerpo cansino, será después con
merodeadores y mendigos de fama, mostrando en el cristal
de una pantalla, los méritos que todos ven en él, su culpa
siendo depredada, mientras su silencio le avasalla nosotros
guardaremos con recelo, su expresión aterrada.
El deseo de venganza, adornado con su demencia tardía es
 la fortaleza de su vida, del hombre sin conciencia tranquila.
Disfrutará de su fortuna, pero esa culpa no lo dejará, cada
vez recordará más en vez olvidar como es normal a su edad.
El habrá caído al mismo abismo, presa de esa culpa que él
mismo creó, culpa que le atormentó, como una enfermedad,
pero embelesado en vez preocupado. El dolor de todas personas
que creyeron su mentira punzara en su corazón como el alma
maldita que fue en vida. Te tenía en la mira, te doy hoy la
bienvenida, tierra de nada y todo de ambición y miseria,
Quiero saber mi nombre, contéstame sin histeria, quiero saber
si me reconoces, soy la mayor de tus mentiras.

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